Utilidad y Significado :: Regina Bolaños
Quisiera comenzar resaltando el enorme cambio que ha sufrido el diseño en
las últimas décadas. Si hace poco más de un siglo no se concebía nada diseñado
sin obedecer a su función, de manera eminentemente práctica; hoy parece que la
función es lo esperable, pero casi es más esperable que el diseño nos cautive o
emocione. Y no digo emocione en un sentido de sorpresa y agrado, sino más bien
en todo un elenco de emociones y sentimientos que tantos objetos nos evocan.
Me resulta fácil pensar en unas cuantas cosas que me encantan -y estoy
seguro de que cualquiera podría hacer lo mismo- y en las que la función es algo
secundario. Sin duda todos tenemos aparatos u objetos que compramos por la
fascinación del diseño, del colorido, porque nos recordaba algo o a alguien...
Y es que el ser humano es marcadamente emocional. Se me ocurre como ejemplo
cualquier oso de peluche o juguete que tantos hemos tenido y que a pesar de no
ser el más bonito, o ser áspero, o de color desgastado y con manchas, supone
para nosotros un fuerte recuerdo de nuestra niñez y sólo por ello le tenemos un
especial cariño y apego, y sufriríamos en caso de perderlo. Aparentemente,
nuestro oso sería fácilmente sustituible, incluso por uno mejor, pero es que
para nosotros tiene un valor interno y más profundo que las cualidades
intrínsecas del objeto. Y éste es sólo el principio de un amplio abanico de
detalles y concepciones que cambian nuestra visión de cualquier cosa
susceptible de ser diseñada.
Me viene a la cabeza el ya recurrente universo Apple. Seguro que muchos nos
paramos a pensar si realmente el iPod será el mejor reproductor de mp3 o si
nuestro Mac será lo mejor del mercado. ¿Tenemos respuesta? Sí. Pero
marcadamente emocional. ¿El diseño obedece a la función? Pues no
necesariamente, puesto que un diseño más feo o bonito podría hacer el mismo
trabajo, pero el hecho es que aún preguntándonos por razones objetivas y
lógicas, si nos hemos enamorado de su diseño, es muy probable que sea nuestra
compra finalmente.
No podríamos determinar con exactitud el grado en el que a cada individuo
le afecta una emoción. Esto se debe a que no parece fácilmente cuantificable el
nivel de atractivo que tiene un objeto para cada usuario, porque como bien reza
la famosa frase: “para gustos, los colores”. Pero aún iría más lejos. Como bien
nos mostraba el texto, un producto con un diseño o una campaña publicitaria que
funciona bien en un lugar, puede convertirse en ofensiva o insulsa y
descafeinada en otro.
Quizá aquí lo importante sería enfocar muy bien nuestro producto y para
ello estoy segura de que hace falta estudiar el mercado al que queremos
dirigirnos. Se me ocurre citar ejemplos como el de los refrigeradores de
Electrolux, que se toparon con la realidad de que no podían hacer un producto
único puesto que no existe un mercado único. Las costumbres alimentarias
marcaban las diferencias. Pero la verdad es que en este universo del comercio
global hay muchos más, incluso fuera del ámbito del diseño. Recuerdo, por ejemplo,
el caso de McDonald's y su estrepitoso fracaso en Bolivia donde, tras varios
años de cambiar sus productos y campañas, tuvieron que marcharse con la cabeza
agachada. Y es que, simple y llanamente, el tipo de productos que ofrecían;
enfrentados a la tradición y fuerte arraigo de comer productos de su tierra y
de elaboración casera y artesana; no tuvieron ninguna oportunidad.
Qué importante es la disposición, costumbres y bagaje cultural de un
mercado. En el texto veíamos varios ejemplos que tienen que ver con países
asiáticos, donde se da un valor inmenso a las tradiciones ancestrales. Pero es
que fuera de lugares con una cultura tan marcada también se pueden encontrar
numerosos ejemplos. Usando un ejemplo también del texto, como el de la
industria automovilística, me vienen a la cabeza las grandes diferencias entre
países y continentes. Modelos únicos para determinados países, imposibles de
encontrar en otros, adaptaciones de piezas y acabados respecto a un lugar u
otro, diferencias estéticas en un mismo modelo al cambiar de mercado, etc. Y es
que los alemanes puede que estén convencidos de que hacen buenos coches tal
como los venden allí, pero aún así saben de la importancia de adaptarse a las
necesidades de un mercado. Así, muchos de sus modelos adoptan una suspensión
más blanda para países americanos, donde se valora mucho el confort. Igual pasa
con muchos modelos japoneses, que a pesar de recibir la misma denominación,
adaptan sus faros, o detalles de ergonomía y acabados, a los distintos mercados
donde venden sus productos.
Resumiendo diría que el diseño ha de ir acompañado de un funcionamiento
correcto, obviamente; pero no podemos olvidar nunca ninguno de los factores que
tanto determinan el éxito o fracaso de un producto en cada mercado. El diseñador
ha de vestir bien su producto; no sólo debe hacerlo funcional y práctico; ha de
ser bonito, contener detalles que puedan diferenciarlo y tener en cuenta las
posibles modificaciones que sean necesarias según dónde quiera comercializarlo.
Al fin y al cabo, el mercado marca mucho las pautas a seguir y, aunque algunos
productos si puedan adoptar un diseño globalizado, no cabe duda de que muchos
otros necesitarán una personalización que agrade al destinatario.
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